PENSAMIENTO REFLEXIVO
Lo que caracteriza esencialmente al hombre, para J. Lacroix, no es tanto el pensamiento como la reflexión. En efecto, hay un pensamiento puramente pensado, un pensamiento en cierto modo animal que se expresa enteramente por gestos y actitudes sin poder conocerse él mismo y percatarse de sí: tal el sonámbulo cuyas ideas se ejecutan sin reflexionar y que vive su pensamiento sin saberlo. Lo propio del hombre, en cambio, es distinguirse de este pensamiento puramente objetivo, ser capaz de oponérselo en cierto modo para conocerlo y juzgarlo. Esta capacidad de duplicar su pensamiento, de desprenderse de él en un primer movimiento para atribuírselo inmediatamente y volver a tomar posesión de él, este esfuerzo, en suma, para hacer propio lo que se piensa y asumir su responsabilidad constituye propiamente lo que se llama reflexión. Es evidente que esta reflexión posee un carácter indisolublemente intelectual y moral.
El pensamiento humano no es intuitivo, sino reflexivo; el yo no puede verse, solamente puede significarse. Desaparece en el momento en que quiere mirarse, mientras que se encuentra como potencia animadora responsable tan pronto como se compromete en una acción y crea una obra. El espíritu no puede alcanzarse más que reflexivamente volviendo de la obra donde se manifiesta al obrero que la crea. Es, pues, reflexionando a partir de los signos producidos como la conciencia se experimenta y trata de conocerse en una dimensión espiritual. Pues el signo no es en absoluto el sustituto de un pensamiento hecho, sino el instrumento de un pensamiento que se hace.
El diálogo del acontecimiento y de la reflexión es, pues, todo el hombre, ya se trate del acontecimiento interno o exterior, psicológico o social. La reflexión humana es segunda y supone espontaneidad previa; pero la espontaneidad que le proporciona el ímpetu vital recibe de ella su gobierno. La vida y la razón no son opuestas, pero el papel del filósofo consiste en cargar la existencia de razón y cargar la razón de existencia, hacer viviente a la razón y racional a la vida, adquirir, en suma, el juicio y convertirse en hombre de experiencia.
Los ideales democráticos de desarrollo de la individualidad crítica, del pluralismo, la tolerancia, solidaridad y transformación progresista de la sociedad no pueden alcanzarse sin ciudadanos reflexivos, críticos y razonables, dotados de instrumentos conceptuales y hábitos de reflexión crítica que les permitan hacerse cargo de su situación y participar de un modo activo y creador en la construcción de la sociedad, en la que no podrán colaborar positivamente en la lucha por la libertad, la justicia, la cooperación y solidaridad si ignoran el sentido de estos términos, sólo los utilizan como vehículos de descargas irracionales y no son capaces de descubrir la utilización ideológica que hacen de ellos los poderes fácticos de la sociedad, sobre todo por medio de los medios de comunicación de masas.
El desarrollo de la democracia y el rápido avance de tecnología industriales, cada vez más sofisticadas, hacen necesario que la educación se oriente fundamentalmente a la adquisición de destrezas cognitivas y de hábitos de reflexión crítica que preparen personas ilustradas con una gran reflexividad de pensamiento que posibilite encontrar soluciones a problemas siempre nuevos. La reflexión filosófica parte de la necesidad que todo hombre siente de tener una visión de sí mismo, del mundo, de la sociedad ...y ofrece a los individuos una adecuada formación para que puedan, con unas bases más sólidas y unos criterios mejor fundamentados y de carácter universal, orientar su acción cotidiana y dar respuestas (o ampliar las preguntas) a los problemas personales y colectivos.
Desde una concepción libre y autónoma del hombre y del ciudadano frente al modelo unidimensional propiciado por las nuevas tecnologías e ideologías, ofrece una crítica de los fundamentos del obrar humano y de los presupuestos del conocimiento en general y, sobre todo, del conocimiento científico.
La reflexión filosófica y el estudio de las diversas corrientes del pensamiento ayudan a romper el estrecho círculo de particularismo individual, social, temporal y nacional y fomentan la apertura universalista que reclama la futura sociedad mundial, que sólo será también una sociedad libre si cuenta con individuos capaces de pensar con autonomía y de comprender y actuar solidariamente con los demás.
Todo vivir humano auténtico requiere una reflexión crítica sobre el sentido de lo real, sobre nuestras interpretaciones sobre el mundo y sobre nuestro existir en él.
Como actividad intelectual todo filosofar requiere una previa información sobre los variados aspectos del saber humano, la tradición científica y espiritual, la cultura, en suma, en sus aspectos más generales. La educación de la conciencia crítica exige comprensión –psicológica y cultural- de la pluralidad de valores y condicionamientos. Pero debe completarse con la educación para la opción –ético-política- y para la correcta adopción de un proyecto existencial.
El pensamiento crítico divergente se mueve, en efecto, con un conocimiento propio irrenunciable: Es comprometerse en una búsqueda de la ‘congruencia humana’ en la que las funciones humanas se sintonizan y se celebran mutuamente, permitiendo al sujeto comprobar una plenitud humana en cuyo nombre y en virtud de la cual puede hacerse una valoración crítica; son las ‘normas de expectativa’, es decir, aquellas normas inscritas en la profundidad del ser humano que lo ayudan a ‘criticar’, ‘evaluar’ y ‘juzgar’ apoyados en lo que se ha descubierto o en lo que ha desilusionado en esa expectativa. Los métodos que facilitan la “reflexión crítica” se caracteriza por un tipo de intervenciones educativas que pretenden impulsar la discusión, la crítica y la autocrítica, así como el entendimiento –que no necesariamente significa acuerdo o consenso-, entre los alumnos, el profesor, e imaginariamente con todos lo implicados en el problema real considerado no presentes en el aula. La reflexión crítica pretende recabar información sobre realidades concretas, entender toda la complejidad, valorarla y comprometerse en su mejora. De este modo se pretende evitar el desconocimiento de las problemáticas concretas que afectan a su vida personal y social. Se intenta con ello favorecer una educación moral que se arraigue en la vida cotidiana de los educandos.
La educación moral no puede reducirse a lo que aporta la socialización, sino que debe capacitar a los alumnos para que sean capaces de criticar las formas sociales injustas e ideas, criterios y normas de convivencia que busquen un tratamiento justo de los conflictos de valor.
MODELO NORMATIVO PARA APRENDER A PENSAR DE FORMA CRÍTICA Y AUTÓNOMA Y A TOMAR DECISIONES JUSTAS EN DIÁLOGO
1. Habilidades para percibir problemas morales. Antes de referirse directamente a las capacidades de diálogo es preciso conocer en qué circunstancias y para resolver qué tipo de problemas se hace imprescindible desarrollarlas. Es decir, se trata en cierto modo de afilar la sensibilidad para percibir y reconocer aspectos de la realidadque encierran problemas morales.
2. Habilidad para el autoconocimiento. Una de las condiciones previas de cualquier relación dialógica es conocer la propia posición con el menor grado de deformación posible. Es decir, reconocer los propios intereses y necesidades, saber los sentimientos que en cada cual desencadena la consideración de un determinado problema, conocer también los valores que se defienden a propósito de una temática controvertida.
3. Habilidad para el conocimiento de los demás. La habilidad para conocer la propia opinión debe ampliarse con la habilidad complementaria: a saber, la habilidad para conocer el punto de vista de todos los demás implicados en la situación problemática.
4. Habilidades y condiciones del discurso dialógico. Las habilidades para intercambiar constructivamente razones y puntos de vista suponen unas actitudes básicas que deben presidir cualquier proceso de diálogo.
El pensamiento humano no es intuitivo, sino reflexivo; el yo no puede verse, solamente puede significarse. Desaparece en el momento en que quiere mirarse, mientras que se encuentra como potencia animadora responsable tan pronto como se compromete en una acción y crea una obra. El espíritu no puede alcanzarse más que reflexivamente volviendo de la obra donde se manifiesta al obrero que la crea. Es, pues, reflexionando a partir de los signos producidos como la conciencia se experimenta y trata de conocerse en una dimensión espiritual. Pues el signo no es en absoluto el sustituto de un pensamiento hecho, sino el instrumento de un pensamiento que se hace.
El diálogo del acontecimiento y de la reflexión es, pues, todo el hombre, ya se trate del acontecimiento interno o exterior, psicológico o social. La reflexión humana es segunda y supone espontaneidad previa; pero la espontaneidad que le proporciona el ímpetu vital recibe de ella su gobierno. La vida y la razón no son opuestas, pero el papel del filósofo consiste en cargar la existencia de razón y cargar la razón de existencia, hacer viviente a la razón y racional a la vida, adquirir, en suma, el juicio y convertirse en hombre de experiencia.
Los ideales democráticos de desarrollo de la individualidad crítica, del pluralismo, la tolerancia, solidaridad y transformación progresista de la sociedad no pueden alcanzarse sin ciudadanos reflexivos, críticos y razonables, dotados de instrumentos conceptuales y hábitos de reflexión crítica que les permitan hacerse cargo de su situación y participar de un modo activo y creador en la construcción de la sociedad, en la que no podrán colaborar positivamente en la lucha por la libertad, la justicia, la cooperación y solidaridad si ignoran el sentido de estos términos, sólo los utilizan como vehículos de descargas irracionales y no son capaces de descubrir la utilización ideológica que hacen de ellos los poderes fácticos de la sociedad, sobre todo por medio de los medios de comunicación de masas.
El desarrollo de la democracia y el rápido avance de tecnología industriales, cada vez más sofisticadas, hacen necesario que la educación se oriente fundamentalmente a la adquisición de destrezas cognitivas y de hábitos de reflexión crítica que preparen personas ilustradas con una gran reflexividad de pensamiento que posibilite encontrar soluciones a problemas siempre nuevos. La reflexión filosófica parte de la necesidad que todo hombre siente de tener una visión de sí mismo, del mundo, de la sociedad ...y ofrece a los individuos una adecuada formación para que puedan, con unas bases más sólidas y unos criterios mejor fundamentados y de carácter universal, orientar su acción cotidiana y dar respuestas (o ampliar las preguntas) a los problemas personales y colectivos.
Desde una concepción libre y autónoma del hombre y del ciudadano frente al modelo unidimensional propiciado por las nuevas tecnologías e ideologías, ofrece una crítica de los fundamentos del obrar humano y de los presupuestos del conocimiento en general y, sobre todo, del conocimiento científico.
La reflexión filosófica y el estudio de las diversas corrientes del pensamiento ayudan a romper el estrecho círculo de particularismo individual, social, temporal y nacional y fomentan la apertura universalista que reclama la futura sociedad mundial, que sólo será también una sociedad libre si cuenta con individuos capaces de pensar con autonomía y de comprender y actuar solidariamente con los demás.
Todo vivir humano auténtico requiere una reflexión crítica sobre el sentido de lo real, sobre nuestras interpretaciones sobre el mundo y sobre nuestro existir en él.
Como actividad intelectual todo filosofar requiere una previa información sobre los variados aspectos del saber humano, la tradición científica y espiritual, la cultura, en suma, en sus aspectos más generales. La educación de la conciencia crítica exige comprensión –psicológica y cultural- de la pluralidad de valores y condicionamientos. Pero debe completarse con la educación para la opción –ético-política- y para la correcta adopción de un proyecto existencial.
El pensamiento crítico divergente se mueve, en efecto, con un conocimiento propio irrenunciable: Es comprometerse en una búsqueda de la ‘congruencia humana’ en la que las funciones humanas se sintonizan y se celebran mutuamente, permitiendo al sujeto comprobar una plenitud humana en cuyo nombre y en virtud de la cual puede hacerse una valoración crítica; son las ‘normas de expectativa’, es decir, aquellas normas inscritas en la profundidad del ser humano que lo ayudan a ‘criticar’, ‘evaluar’ y ‘juzgar’ apoyados en lo que se ha descubierto o en lo que ha desilusionado en esa expectativa. Los métodos que facilitan la “reflexión crítica” se caracteriza por un tipo de intervenciones educativas que pretenden impulsar la discusión, la crítica y la autocrítica, así como el entendimiento –que no necesariamente significa acuerdo o consenso-, entre los alumnos, el profesor, e imaginariamente con todos lo implicados en el problema real considerado no presentes en el aula. La reflexión crítica pretende recabar información sobre realidades concretas, entender toda la complejidad, valorarla y comprometerse en su mejora. De este modo se pretende evitar el desconocimiento de las problemáticas concretas que afectan a su vida personal y social. Se intenta con ello favorecer una educación moral que se arraigue en la vida cotidiana de los educandos.
La educación moral no puede reducirse a lo que aporta la socialización, sino que debe capacitar a los alumnos para que sean capaces de criticar las formas sociales injustas e ideas, criterios y normas de convivencia que busquen un tratamiento justo de los conflictos de valor.
MODELO NORMATIVO PARA APRENDER A PENSAR DE FORMA CRÍTICA Y AUTÓNOMA Y A TOMAR DECISIONES JUSTAS EN DIÁLOGO
1. Habilidades para percibir problemas morales. Antes de referirse directamente a las capacidades de diálogo es preciso conocer en qué circunstancias y para resolver qué tipo de problemas se hace imprescindible desarrollarlas. Es decir, se trata en cierto modo de afilar la sensibilidad para percibir y reconocer aspectos de la realidadque encierran problemas morales.
2. Habilidad para el autoconocimiento. Una de las condiciones previas de cualquier relación dialógica es conocer la propia posición con el menor grado de deformación posible. Es decir, reconocer los propios intereses y necesidades, saber los sentimientos que en cada cual desencadena la consideración de un determinado problema, conocer también los valores que se defienden a propósito de una temática controvertida.
3. Habilidad para el conocimiento de los demás. La habilidad para conocer la propia opinión debe ampliarse con la habilidad complementaria: a saber, la habilidad para conocer el punto de vista de todos los demás implicados en la situación problemática.
4. Habilidades y condiciones del discurso dialógico. Las habilidades para intercambiar constructivamente razones y puntos de vista suponen unas actitudes básicas que deben presidir cualquier proceso de diálogo.